Hincha, simpatizante, fanático, aficionado... hay diversas formas de definir a una persona que sigue constantemente a un equipo de fútbol, pero no existen palabras ni terminologías para explicar el sentimiento que le nace a un joven, un niño o un abuelo cuando ve entrar a los jugadores de su cuadro favorito al campo de juego.
Ni hablar de la emoción y del llanto que puede provocar en la tribuna cuando un jugador convierte un gol. Miles de gritos y abrazos inundan las gradas.
Es tan fuerte el afecto que tienen muchos de los hinchas por su equipo de fútbol que llegan a tatuarse el escudo para demostrar que llevarán ese sentimiento grabado en su piel hasta la muerte. En otros casos, miles de padres eligen el nombre de su hijo en homenaje a algún ídolo futbolístico.
Pero no todo es alegría en el deporte más popular de la Argentin. Los simpatizantes también deben sufrir de incidentes producidos por una parte de la hinchada comúnmente conocida como barras bravas que ensucian el espectáculo deportivo con sus aires de superioridad, quienes en su mayoría están protegidos por la policía y sustentados económicamente por dirigentes de los clubes.
Sin embargo, no se debe olvidar los grandes obstáculos que tuvieron que superar los clubes para llegar a ser lo que son actualmente, y continúan día a día para mejorar sus planteles y sus instalaciones para hacer de este deporte un hermoso espectáculo deportivo para compartir con familiares y amigos.